La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa


Primero tengo que explicarles quiénes son los perros, si es que los perros son alguien. Los perros son los cadetes de primer año de la Academia Militar Leoncio Prado, de Lima. Ahí­ es donde las familias pudientes mandan a sus hijos dí­scolos, a que los metan en vereda los militares y no se acaben malogrando convertidos en unos pendejos niños ricos. Ahí­ es donde internan también a los muchachos de carácter débil, para que se hagan unos hombres; y también es donde algunas familias modestas hacen un esfuerzo para mandar a un hijo, y que pueda medrar en el ejército y hacerse un hueco en la vida, y que no lo frieguen en un trabajo de mierda como a sus padres. Ahí­ es donde vivo yo. Yo soy el Jaguar. Aquí­ todos tenemos nombre, pero no lo usamos, sólo el apodo, el nombre y el apellido es para que nos llamen los oficiales, entre nosotros somos el Jaguar, Cava, el Esclavo, el Poeta, el Boa. Perros, meros perros todos. Todos cadetes de primer año, recibiendo patadas de todos los demás, que nos tratan como a perros que somos, porque somos el último pedo del culo. Aquí­ la vida es como en un cuartel. No, peor que en un cuartel, además de las guardias, las imaginarias, los retenes, los arrestos, tienes que estudiar y aprobar. Esa es nuestra vida, en un dí­a tienes que tirarte por el lodo en los ejercicios militares, y sudar sangre y romperte las rodillas y los codos de tirarte al suelo y parar con los puros huesos, y luego agarra los libros y sigue rompiéndote los codos, pero de estudiar. Y a la tarde, como si fuera un descansito, ejercicios de instrucción en el patio. Hasta que a uno se le clava la correa en el hombro, la mirilla del fusil en la mano hasta que no la sientes más, hasta que a uno se le clavan los gritos de los sargentos en los oí­dos y no los sientes más. Come corriendo, vive corriendo, estudia corriendo, duerme corriendo si puedes. No tienes a nadie. Ni compañeros, todos quieren joderte, todos quieren robarte, nadie da nada por nada. Uno tiene que ser fuerte y hacerse valer en esta jungla. Y yo lo soy. A mí­ no me friegan como a los demás, yo tengo pelotas. Aquí­ se paga por todo. Si no quieres que te roben el uniforme de paseo para que no puedas salir el domingo por la tarde al cine, a ver a tu chica, tienes que pagar. Si quieres una novelita de las que escribe el Poeta para darte gusto imaginando cochinadas con chicas, tienes que pagar. Si quieres salir del cuartel sin que te vean para ir donde la Pies Dorados a sudar con ella, tienes que pagar. Si quieres los exámenes, yo los tengo, yo los robo; y los perros tienen que pagar. Si no quieres que te roben las cartas de la novia; si quieres cigarrillos, si quieres que te pasen por la noche a la perrita para que te haga cosas con su boquita en la litera, qué blandita tiene la boca la perrita… tienes que pagar. Pero si nos traicionas, si traicionas al grupo, si vas a los oficiales con el cuento de lo que hacemos en las cuadras los perros, entonces pagarás, y pagarás con tu sangre, y hasta con tu vida. No pasará nada. A nadie le importan los perros. Lo primero que me dijeron cuando entré aquí­ fue: jódase, perro.


Oz

Comentarios