EL CÓDICE MAYA, de Douglas Preston.

¿Quién me iba a decir a mí­ que iba a terminar metido hasta las cejas en el corazón de la selva Hondureña?Soy veterinario y me iba bien con mi vida hasta que recibí­ la carta de mi padre, Maxwell Broadbent, para reunirnos en su casa con mis hermanos, Philip y Vernon. Y, ¿para qué? Cuando llegamos allí­ mi padre y toda su fortuna acumulada durante años, grandes tesoros adquiridos legal e ilegalmente, habí­an desaparecido. Solo quedaba una cinta de video, que nos dejó asombrados y boquiabiertos, habí­a decidido enterrarse en una tumba junto con todos sus tesoros, así­ que si querí­amos nuestra herencia… ‘¡¡¡Tení­amos que ir a buscarla!!!!Vernon y yo no tení­amos el más mí­nimo interés en ir a buscar a mi padre y su herencia, pero Philip, ese era otro cantar, ansiaba el dinero que podrí­a aportarle la venta de aquellos tesoros. Lo que yo no sabí­a, y Sally me hizo ver, es que entre aquellos tesoros, habí­a un Códice maya entre aquellos tesoros, que podí­a revolucionar la industria farmacéutica. Así­ que, evidentemente, nosotros no éramos los únicos que querí­amos aquella pieza. Se convirtió en una carrera hacia Honduras y selva.¿Conseguirí­amos encontrar la tumba de mi padre? o, por el contrario ¿Era todo una broma pesada de esas que a él tanto le gustaban, para hacernos ser “dignos hijos de Maxwell Broadbent?
nuska

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